Para un cristiano, Cristo es todo. Es el centro de su vida, es el centro de la piedad cristiana.
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús, es el centro de todas las devociones, porque Cristo es el que nos asegura que tiene riquezas insondables; que la anchura, longitud y profundidad de su corazón no tienen límites.
San Lucas al hablarnos de la bondad del Corazón de Cristo y del Padre, reúne en un bellísimo capítulo las parábolas del perdón: la oveja perdida y la del hijo pródigo. Son la mejor muestra del corazón de Dios. Nos presenta a un Dios con un corazón lleno de ternura y de amor, capaz de comprender y perdonar. Nos quiere a pesar de todo, sin pasarnos jamás factura.
¡Si creyéramos esto, qué distinta sería nuestra vida!
Hoy conviene enfatizar que la verdadera devoción al Sagrado Corazón de Jesús exige contemplar su amor infinito por nosotros. El corazón más misericordioso es el Sagrado Corazón de Jesús. Es el corazón humano de Dios. Es el corazón donde todos los hombres y mujeres tienen siempre un lugar, pues está abierta a todos y todas, sin conocer diferencias. Por eso estamos llamados a pedirle al Corazón de Jesús que purifique nuestros corazones, para que de ellos broten sentimientos de paz, amor y perdón que nos ayuden a vivir en el gozo y la alegría del auténtico cristiano.
"Si en el bautismo hermoseaste mi alma
Y me ofrecí ser tuyo y Tú ser mío
Llamaré siempre en tempestad o en calma
¡Corazón de Jesús en Ti confío!"